El impacto de capturar lo real en la era de lo artificial.
Vivimos en tiempos de hiper-comunicación y el retrato fotográfico forma parte de ella. Cada día se comparten más de 1.8 mil millones de imágenes en internet, según datos de InfoTrends. Sin embargo, cuantas más fotos vemos, menos confiamos en ellas. En esta saturación de imágenes, la autenticidad se ha convertido en un valor escaso y codiciado. Especialmente en el retrato fotográfico, donde el impacto de lo verdadero puede marcar la diferencia entre una imagen que se olvida y otra que permanece.
En este contexto, la pregunta ya no es solo qué vemos, sino si lo que vemos tiene algo de verdad.
La autenticidad en el retrato fotográfico como lujo contemporáneo
El New York Times lo advirtió en un artículo titulado “The Age of Instagram Face” (NYT, 2021): la homogeneización estética promovida por redes sociales, filtros y retoques digitales ha generado un tipo de belleza artificial que domina las imágenes contemporáneas. Este fenómeno no solo afecta a la fotografía de moda o a los selfies casuales, también impacta en cómo nos retratamos y nos vemos a nosotros mismos.
Frente a esta distorsión, el retrato fotográfico auténtico es casi una declaración política: una defensa de lo real, de lo tangible, de lo emocional. Mostrar a una persona sin embellecerla artificialmente es, hoy, un acto de resistencia. Porque, como señala la revista Time en su análisis sobre IA y retratos hiper-realistas (Time, 2022), cada vez es más difícil distinguir lo humano de lo generado por máquinas.
Ser o estar: el matiz que lo cambia todo
Hay una diferencia clave en cómo abordamos un retrato. No se trata, necesariamente, de mostrar cómo es una persona —eso sería asumir un rol casi divino o psicológico— sino de reflejar cómo está. Una imagen tiene el poder de capturar un estado, un gesto, una energía del momento. Y en ese fragmento se esconde la verdad.
Como fotógrafo, limito al mínimo el retoque digital, no uso inteligencia artificial, y trabajo desde el respeto hacia lo humano. Busco que la luz y la interacción revelen algo que no se puede planear del todo. Es ahí donde surge la conexión. Como dijo Shakespeare: to be or not to be; pero en el retrato la pregunta es: ¿es esta persona o está esta persona? La segunda opción me resulta infinitamente más honesta.
El impacto de lo verdadero en la fotografía
Los retratos auténticos no solo conectan más emocionalmente; también son más memorables. Según un estudio de la revista Psychology Today, las imágenes con imperfecciones reales generan mayor empatía y credibilidad en quien las observa (Psychology Today, 2022).
En un mundo donde la imagen se ha vuelto instrumento de marketing y construcción de marca personal, este tipo de retrato tiene un impacto diferencial. No vende una perfección inalcanzable; ofrece una conexión sincera. No se basa en algoritmos, sino en humanidad.
El retrato como espejo de una época
El retrato fotográfico siempre ha sido testigo de su tiempo. Desde los daguerrotipos del siglo XIX hasta las imágenes manipuladas por IA, cada etapa ha reflejado tanto avances técnicos como necesidades culturales. Hoy, en un entorno saturado de estímulos visuales, lo más radical que puede hacer una imagen es ser honesta.
Por eso, más que perseguir la perfección técnica, algunos fotógrafos —entre los que me incluyo— apostamos por crear imágenes que sean más humanas, con un proceso que lleve a un resultado auténtico. Que muestren la tensión, la belleza o la fragilidad del momento. Porque cuando todo puede parecer real, lo auténtico tiene más impacto que nunca.
Trabajo entre Barcelona y Madrid, creando imágenes honestas, emocionales y memorables para personas y marcas.
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