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2025 Retrato fotográfico auténtico

Retrato fotográfico

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Storytelling: Hablar bien de uno mismo

Una buena historia, o storytelling, siempre creará conexión ya sea cierta o no. De ahí que un escritor pueda hacer una maravilla de la construcción de una catedral a pesar de no haber estado vivo en ese momento. Pero la situación cambia cuando hablamos de nosotros mismos. ¿Podemos contar historias creíbles? Y lo que es más importante, ¿se mantendrán en el tiempo? Llamamos autenticidad a la capacidad de crear confianza y conservarla.

Nuestra posición en el mundo

Lo primero que debemos saber es que no es obligatorio contar ninguna historia. Si decidimos no hacerlo, podemos permanecer en el anonimato, un lugar del que muchos intentan huir, pero que ofrece sus propios encantos: privacidad y pausa si son necesarias. Pero si ya estamos en el escenario público o queremos entrar en él, ¿cuál es la importancia de contar nuestra historia?

El primero que hable de nosotros tendrá el control del relato. Por lo tanto, antes de que otros lo hagan por nosotros, debemos hacerlo nosotros mismos. La imagen que los demás tengan de nuestras capacidades y valores dependerá de ello. En este sentido, hablar de nuestros puntos fuertes nos permitirá construir una narrativa auténtica y persuasiva. La clave es ser genuinos en un mundo saturado de historias. Y hemos denominado storytelling al arte de captar la atención.

Una vez que hemos salido del anonimato, debemos comunicar nuestro valor con constancia. ¿Por qué? Porque lo que no queremos es ser olvidados. No se trata solo de ser relevantes, sino de que nuestra historia tenga un impacto duradero. Entonces, ¿cuál es nuestro valor? La buena noticia es que lo tenemos simplemente por ser humanos que sienten. Solo necesitamos aprender a mostrarlo. No es necesario inventar nada. Puede parecer aburrido o poco importante, pero es auténtico, y la autenticidad es lo que más se busca en este mundo de copias.

La importancia del receptor

No tiene sentido contar una historia solo para nosotros mismos, a menos que estemos tratando de autoengañarnos. Toda comunicación requiere un emisor, un mensaje y un receptor. Y el receptor, como nosotros, también tiene su historia, sus valores y su propia audiencia. Es posible que lleve más tiempo contando su historia, que lo haga con mayor frecuencia y que sea más aplaudido. Por ello, nuestra historia debe encontrar su propio espacio, generando conexiones y atrayendo la atención de forma genuina.

Sin embargo, en la búsqueda de visibilidad, corremos el riesgo de volvernos autómatas, atrapados en conversaciones triviales o en aspiraciones que nos generan ansiedad en lugar de acercarnos a los demás. Para evitarlo, debemos recordar que una conexión auténtica y relevante se da entre personas reales, no entre representaciones de personas. Esto requiere tiempo de calidad, es decir, atención plena. Una buena historia, ya sea real o no, debe conectar con las emociones y mostrar cierta vulnerabilidad. Veámoslo con más detalle.

La autocrítica y la conciencia de uno mismo

Hablar bien de nosotros mismos debe ser una experiencia satisfactoria que se logre desde la consciencia plena y la autenticidad. Nos ayuda a reconocer nuestros logros sin apego al ego y a comunicar nuestra historia con humildad y seguridad. Al estar presentes en el momento, evitamos juicios autocríticos innecesarios y expresamos nuestras fortalezas con claridad y equilibrio. La autoafirmación no es arrogancia, sino un acto de autoconocimiento y autoaceptación.

La falsa humildad y el miedo a la percepción ajena

Uno de los principales obstáculos al hablar bien de uno mismo es el miedo a ser percibidos como presuntuosos. Este temor nos lleva a minimizar logros, a restar importancia a nuestras experiencias o, peor aún, a no mencionarlas en absoluto. No obstante, si no contamos nuestra historia, alguien más lo hará por nosotros o, lo que es peor, pasaremos desapercibidos. La clave está en encontrar un equilibrio: compartir nuestras fortalezas sin caer en la exageración y hacerlo con una narrativa que invite a la conexión en lugar de la admiración pasiva.

Storytelling: el puente entre la experiencia y la emoción

El storytelling es la herramienta perfecta para hablar bien de uno mismo sin que parezca una lista de logros vacíos. No se trata de enumerar premios o cargos ocupados, sino de contar la historia detrás de esos hitos: ¿qué desafíos enfrentamos?, ¿qué lecciones aprendimos?, ¿cómo impactamos a otros con nuestro trabajo? Al estructurar nuestro relato de esta manera, transformamos nuestra trayectoria en algo memorable y significativo para quienes nos escuchan.

Somos seres narrativos, lo que significa que empatizamos, atendemos y nos sentimos reconocidos a través de las historias. Por eso, hoy en día, un buen narrador es tan valorado. En un mundo donde todos somos una marca personal, necesitamos vender algo, y eso se logra creando comunidad. Para algunos es una oportunidad, para otros es demoledor y, para la mayoría, es extenuante. Entonces, ¿qué hace que un relato sea bueno?

De manera simple y convencional, un buen relato personal sigue los mismos principios que cualquier gran historia: tiene un protagonista (nosotros mismos), un conflicto (los obstáculos que superamos) y una resolución (cómo crecimos y qué aportamos al mundo). Cuando enmarcamos nuestra narrativa en este formato, logramos que los demás no solo entiendan nuestros logros, sino que también los sientan como relevantes y cercanos. Y, lo que es más importante, muchas veces asumirán que así fue.

Autenticidad y coherencia: las bases de un buen discurso sobre uno mismo

Para comunicar con autenticidad es fundamental conocernos bien: identificar nuestras fortalezas y valores, así como reconocer nuestras áreas de mejora. Una historia personal genuina, contada desde la verdad y la coherencia, tiene el poder de conectar con los demás de manera profunda y significativa. En otras palabras, podemos evitar ser meros contadores de cuentos si nos ceñimos a la verdad.

La coherencia entre lo que decimos y lo que hacemos refuerza nuestra credibilidad. Si nuestra narrativa enfatiza la innovación, pero nuestras acciones reflejan conformismo, el mensaje pierde fuerza. La comunicación efectiva no solo se basa en las palabras, sino también en la manera en que vivimos nuestra historia día a día.

Hablar bien de uno mismo es una responsabilidad

En un mundo saturado de información y competencia, saber contar nuestra historia no es un lujo, sino una necesidad. No se trata de inflar el ego ni de buscar validación externa, sino de asumir la responsabilidad de comunicar con claridad quiénes somos, qué hacemos y por qué importa. Cada conversación, presentación y encuentro es una oportunidad para compartir nuestra visión y dejar una impresión significativa en los demás.

Dominar este arte no solo impulsa nuestro crecimiento profesional, sino que también nos permite inspirar y motivar a otros. Cuando hablamos bien de nosotros mismos desde un lugar de autenticidad y propósito, contribuimos a la construcción de relatos más ricos y humanos en el tejido de nuestras relaciones y comunidades. Porque, al final, la historia que contamos sobre nosotros mismos no solo define cómo nos ven los demás, sino también cómo nos vemos a nosotros mismos.

English Version

Storytelling: The Art of Telling Our Best Story

A good story, or storytelling, will always create a connection, whether it is true or not. That is why a writer can craft a masterpiece about the construction of a cathedral despite never having been alive at the time. But the situation changes when we talk about ourselves. Can we tell believable stories? And more importantly, will they stand the test of time? We call authenticity the ability to build trust and maintain it.

Our Position in the World

The first thing we must understand is that telling a story is not mandatory. If we choose not to, we can remain anonymous—a place many try to escape, but one that offers its own charms: privacy and pause when needed. But if we are already in the public eye or wish to enter it, why is telling our story important?

Whoever speaks about us first will control the narrative. Therefore, before others do it for us, we must do it ourselves. The image others have of our abilities and values will depend on it. In this sense, speaking about our strengths allows us to build an authentic and persuasive narrative. The key is to be genuine in a world saturated with stories.

Once we have stepped out of anonymity, we must communicate our value consistently. Why? Because we do not want to be forgotten. It is not just about being relevant; it is about ensuring our story has a lasting impact. So, what is our value? The good news is that we have it simply by being human and feeling. We just need to learn how to showcase it. There is no need to invent anything. It may seem boring or insignificant, but it is authentic, and authenticity is what is most sought after in this world of copies.

The Importance of the Audience

Telling a story solely for ourselves makes no sense unless we are trying to deceive ourselves. All communication requires a sender, a message, and a receiver. And the receiver, like us, also has their own story, values, and audience. They may have been telling their story for longer, doing it more frequently, and receiving more applause. Therefore, our story must carve out its own space, creating connections and drawing attention in a genuine way.

However, in the pursuit of visibility, we risk becoming automatons, trapped in trivial conversations or aspirations that generate anxiety rather than bringing us closer to others. To avoid this, we must remember that an authentic and meaningful connection happens between real people, not between representations of people. This requires quality time—genuine attention. A good story, whether true or not, should connect with emotions and reveal some vulnerability. Let’s explore this in more detail.

Self-Criticism and Self-Awareness

Speaking well of ourselves should be a fulfilling experience achieved through full awareness and authenticity. It helps us recognize our achievements without attachment to ego and communicate our story with humility and confidence. By being present in the moment, we avoid unnecessary self-criticism and express our strengths with clarity and balance. Self-affirmation is not arrogance; it is an act of self-knowledge and self-acceptance.

False Humility and Fear of Others’ Perception

One of the main obstacles to speaking well of ourselves is the fear of being perceived as arrogant. This fear leads us to downplay achievements, diminish the importance of our experiences, or, worse yet, not mention them at all. However, if we do not tell our story, someone else will do it for us—or worse, we will go unnoticed. The key is to find a balance: sharing our strengths without exaggeration and doing so with a narrative that invites connection rather than passive admiration.

Storytelling: The Bridge Between Experience and Emotion

Storytelling is the perfect tool for speaking well of ourselves without making it seem like a list of empty achievements. It is not about listing awards or job titles but about telling the story behind those milestones: What challenges did we face? What lessons did we learn? How did we impact others with our work? Structuring our narrative this way transforms our journey into something memorable and meaningful for our audience.

We are narrative beings, meaning we empathize, pay attention, and feel recognized through stories. That is why a good storyteller is so highly valued today. In a world where everyone is a personal brand, we need to sell something, and that is done by building a community. For some, this is an opportunity; for others, it is overwhelming; and for most, it is exhausting. So, what makes a story good?

In a simple and conventional way, a good personal story follows the same principles as any great tale: it has a protagonist (ourselves), a conflict (the obstacles we overcome), and a resolution (how we grew and what we contribute to the world). When we frame our narrative in this format, we help others not only understand our achievements but also feel them as relevant and relatable. And more importantly, they will often take for granted that this is how things really happened.

Authenticity and Coherence: The Foundations of a Good Self-Narrative

To communicate authentically, we must know ourselves well: identify our strengths and values while also acknowledging our areas for improvement. A genuine personal story, told with truth and coherence, has the power to connect with others on a deep and meaningful level. In other words, we can avoid being mere storytellers if we stick to the truth.

The coherence between what we say and what we do reinforces our credibility. If our narrative emphasizes innovation but our actions reflect complacency, our message loses strength. Effective communication is not just about words; it is also about how we live our story every day.

Speaking Well of Oneself Is a Responsibility

In a world saturated with information and competition, knowing how to tell our story is not a luxury—it is a necessity. It is not about inflating our ego or seeking external validation but about taking responsibility for clearly communicating who we are, what we do, and why it matters. Every conversation, presentation, and encounter is an opportunity to share our vision and leave a meaningful impression on others.

Mastering this art not only drives our professional growth but also allows us to inspire and motivate others. When we speak well of ourselves from a place of authenticity and purpose, we contribute to the creation of richer, more human narratives in the fabric of our relationships and communities. Because, in the end, the story we tell about ourselves not only defines how others see us but also how we see ourselves.

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El auténtico sexo de las fotografías / 1

Fotografía y arte: más allá del género en la obra de un artista.

Ayer participé en una mesa redonda dedicada al arte, con un enfoque especial en la fotografía. Éramos cuatro ponentes: dos hombres y dos mujeres. Paridad perfecta. Compartí mesa con Carla Armengol, Ulrika Talling-Smith y Rani Bruchstein. Tuvimos la suerte de contar con público presencial y también con quienes se unieron en línea. Disfruté enormemente de todo lo que aprendí durante la sesión.

No era mi primera vez frente a una cámara, ni tampoco mi primera intervención en conferencias o talleres. Aun así, cuando algo consigue sorprenderme, me siento agradecido. En esta ocasión se abordaron muchos temas, y desde una perspectiva algo distinta a la que estoy acostumbrado. En varios momentos, las preguntas giraron en torno a la relación del artista con su obra. No hablo del viejo debate sobre si el arte debe separarse de su autor, sino de cómo la pasión nos impulsa a crear y cómo nuestra vida personal influye en lo que hacemos.

Esto no es tan distinto a lo que le sucede a cualquier otra persona, pero en el caso de los artistas, esa influencia puede verse como virtud, defecto o incluso como una sublimación de la condición humana. Todo depende del propio artista y de quién formule la pregunta. Al final, todos coincidimos, de una manera u otra, en que somos víctimas de nuestra propia humanidad. Lo interesante es cómo cada uno desarrolla estrategias para convivir con esa realidad.

No pretendo reinterpretar lo que expresaron mis compañeros de mesa —lo hicieron de forma brillante—, pero sí subrayar que compartimos la visión de que nuestro trabajo es, al mismo tiempo, refugio y plataforma. El acto de crear es un espacio único y casi mágico donde exploramos emociones y territorios íntimos, pero también es una forma de conectar con el público: una especie de red social de carne y hueso.

Ulrika vive su trabajo como un empeño global, donde las relaciones con otros artistas y el propio acto de exponer forman parte de su expresión creativa. Para Rani, es un proceso que requiere tiempo, y la sesión fotográfica es solo la culminación necesaria de todo lo que la precede. Para Carla, es el resultado de una apuesta personal: firme, audaz y absolutamente propia. En mi caso, lo vivo como una necesidad vital, tan natural como respirar, pero siempre impregnada de observación y síntesis.

Tras la charla llegó el turno de preguntas del público. Una de ellas me llamó la atención, no porque no la hubiera escuchado antes, sino porque era la primera vez que debía responderla de forma directa:
“¿Influye el género del artista en el resultado final de su obra?”

Creo que la sesión fue grabada, así que podrás ver nuestras respuestas completas, pero aquí comparto la mía. Como seres humanos, tenemos la capacidad de dejar una huella personal en lo que creamos. Esto ocurre al margen del talento; basta con desarrollar esa habilidad y querer emplearla. No hablo de creatividad, sino de originalidad. La creatividad se puede entrenar. El talento también. Pero la originalidad… ahí ya no estoy tan seguro. Y, en mi opinión, la originalidad no tiene nada que ver con el género.

Si lo que creamos es genuino y no una simple copia, ninguno de nosotros llegará jamás al mismo resultado, porque todos somos diferentes, sin importar el género.
Entonces, ¿por qué vemos patrones en la forma en que se materializan las obras? Porque nada es blanco o negro. Tenemos miedos, experiencias, creencias, cultura, aspiraciones, familia, hijos… Un sinfín de factores que nos moldean, y nuestro arte se moldea con ellos. Solo cuando alcanzamos una conexión espiritual profunda, nuestro trabajo puede trascender todo eso. Y en ese momento, el arte deja de tener género.

En mi caso, solo lo he conseguido en instantes fugaces. Pero, al menos, sé que he estado allí.


Enlaces recomendados para profundizar en el tema:


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Marie Colomb – El retrato editorial de celebrity

Retrato editorial de la actriz francesa Marie Colomb en Barcelona, capturada por Julio Bárcena. Expresión íntima y poderosa de su estilo interpretativo. // Portrait of Marie Colomb, French actress, captured in Barcelona by Julio Bárcena. A vivid portrayal of her emotional depth and visual elegance.

Este es el retrato editorial de Marie Colomb, una celebrity francesa que se ha consolidado como una figura reveladora del cine contemporáneo. Su magnetismo, tanto en pantalla como fuera de ella, es innegable. Tuve el privilegio de retratarla en Barcelona, en una sesión donde quedó patente su capacidad para conectar con la cámara de una forma profunda, directa y muy personal. Esa experiencia no solo me dejó una serie de retratos potentes, sino también la certeza de estar ante una artista singular, con un talento que va más allá de lo interpretativo.



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Packaging de Troya

Prada Shoes in a blister and tape

¿En qué momento empezamos a darle más importancia al envase que al contenido? Es decir, ¿cuándo nos supero el packaging?

Ni idea. Si me pongo a pensar, creo que fue más o menos en la antigua Grecia, con su famoso caballo de Troya. Sí, sé que está muy manido. Seguro que hay ejemplos anteriores que desconozco. Si me voy un poquito antes, en Egipto, ya tenían envases chulos. Sin embargo, los reservaban para las cosas preferidas de los faraones, dioses en la tierra. ¡Cuidado! Un buen contenido.

El caso es que en Troya se dejaron seducir por el envase. La cosa no salió bien. Es un flagrante ejemplo de la manipulación que puede conseguirse con un envase. Ojo, no influencia. Pero me estoy desviando. Puede que esto fuera el comienzo del planteamiento de los envasadores, pero desde hace unos años, digamos 20 por poner un número, todo se envasa.

Es inquietante que nos envasen la piña o la zanahoria, que ya tienen su propia protección orgánica y funcional. Lo quitamos para darle otro más «pon aquí lo que quieras» y nos quedamos tan pichis. Así que el primer aprendizaje es que tal y como lo hace la naturaleza no nos va bien. Es incómodo, antiestético y, lo que es peor, no ofrece confianza. Un tomate arrugado o un calabacín curvo presagian algo malo.

Y no es lo único. Políticos que influyen a través de la mentira, sabiendo que su imagen lo soportará. Influencers adictos. Audiencias exhaustas de información buscando culpables. Cuanto más simple más nos lo tragamos.

Cómo hemos llegado a estas conclusiones se lo dejo al branding y sus medios de difusión. No quiero distraerme del hilo principal. El defecto, lejos de dignificar, es la señal definitiva de que algo en el interior está mal. Dicho de otra forma: lo que nos hace únicos nos penaliza. Pensamos que cualquier signo anuncia enfermedad. Como fotógrafo publicitario, para mí sería sencillo traer aquí cosas sobre estética, la imagen vale más que mil palabras, etc., pero sigo.

El caso es que, para defendernos del peligro y crear confianza, nada mejor que un buen envase. Tanto es así que nos pasa con todo: packaging o envasamiento, si es que esta palabra existe. Lo vemos en la comida, higiene, agua, etc. Podríamos dejarlo ahí, pero estamos entrando en la obsesión por nuestro propio envase: el cuerpo.

La cosa comenzó con unos adornos hace mucho tiempo, muestra de pertenencia y después de exclusividad. Y después de años de evolución, hemos llegado a lo que, en mi opinión, ha aparecido en estos últimos tiempos, los cuerpos virtuales. La cirugía prometió cuerpos bonitos y ahora promete hacer que nuestro cuerpo real sea como el virtual para evitar decepciones. Se está estableciendo, gracias a nuestra imagen digital cargada de filtros y fantasías, que el mundo real es poco interesante. Sería mejor relacionarnos a través de entes digitales más estilizados y cercanos a la imagen que nos gustaría tener, en vez de la que realmente tenemos. La pesadilla de los gimnasios. Hasta que eso sea cotidiano modificaremos culos, cinturas o pieles al modo Valencia, por citar un clásico.

El caso es que ahora cada uno de nosotros puede ser un troyano. El caballo, animal sagrado, es nuestro cuerpo, que se resistía a la manipulación. Ofrecemos una imagen oportuna que esconde quién realmente somos. Millones de caballos de Troya con una exposición excesiva, dispuestos a invadir cualquier espacio. Abrumador.

Pero hay buenas noticias: esto puede cambiar. Si hay algo cierto en la vida es el cambio. Y si la evolución se basa en la conservación del individuo, después de la especie y ahora del gen, el futuro no puede ser la conservación del avatar, más armonioso, inmortal e higiénico sino de la única protesta que merece la pena: la autenticidad.

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William Klein. Arte y presente

Cuando hablamos del trabajo de un fotógrafo como William Klein, o un artista si se quiere, suelo encontrar siempre el mismo formato. Un estudio sobre ellos, bien informado o no, a veces sesudo. Suelen incluir fechas y datos. Contexto. Estos artículos son muy necesarios si están bien hechos. Esto es algo que no quiero ni pretendo. Por eso, esto es claramente un artículo de opinión. Trato de mostrar en qué es para mi relevante la obra de artistas que me influyen, no siempre fotógrafos, y que me inspiran. Creo firmemente en el poder transformador de la fotografía, también la comercial, y este me parece un ejemplo fantástico. Los fotógrafos inspiramos con nuestra obra y eso cambia la realidad a nuestro alcance. Intento aumentar este alcance.

William Klein es uno de mis fotógrafos de cabecera. Viendo mis imágenes no lo parecería, pues si bien nunca intento copiar, si debería vislumbrarse algo de el en mi trabajo. Pero no es así. La aportación que William Klein ha hecho a la fotografía no es sólo una innovadora forma de ver el mundo, sino saber encontrar la forma de mostrarla. No me refiero a algo personal, que todos los grandes tienen, me refiero a realmente una percepción de la realidad particular y de como ingeniárselas para transmitirlo con un claro compromiso con el mensaje. En un momento de recesión supo encontrar un proposito a sus inquietudes e ir en contra de lo que se podía esperar de un documentalista, y le salió bien.

En la situación actual, donde con frecuencia hablamos de la nueva normalidad, reinventarnos o un nuevo comienzo puede que William Klein nos pudiera dar algunas pistas. Su familia vivió la gran recesión lo que les obligo a vivir en un barrio obrero blanco junto a un gueto negro. A pesar de la proximidad geográfica la vida era muy distinta en cada uno de ellos y la segregación racial aún era normal. Esta diferencia dio a William un propósito, retratar una realidad cruel. Encontró un lenguaje fotográfico con el que mostrar la identidad con imágenes movidas y la idea de la perspectiva umbilical. Fue capaz de capturar el riesgo de la calle, la desesperanza y la crudeza de una sociedad con individuos rotos.

Tras la guerra decidió recomenzar en Paris. Aquí descubrió el polo opuesto, la belleza y el glamour. Gracias a su desarrollo técnico y artístico influenciado por el cubismo,  desarrolla otro lenguaje muy técnico donde incorpora nuevos elementos como la sensación de urbanidad o los reflejos y jugar con el espacio y las dimensiones. Parece como si fuera el mago de la reinvención tras una gran crisis, financiera o bélica.

En mi opinión, alguien capaz de irse a los extremos y aportar tanto en los dos capta mi atención. Creo que sólo con un alto grado de compromisos puedes hacer algo así. Admiro su estilo elegante y descarnado a voluntad. Cuando veo sus imágenes no puedo evitar sentir que el presente es lo que importa.

No quiero dejarte una selección de su obra, creo que siempre es mejor ir a la fuente que a las interpretaciones.  Para empezar a comprender la implicación de su obra en la historia de la fotografía, puedes conocer más sobre el en este video y en su web

ENGLISH VERSION

When we talk about the work of a photographer like William Klein, or an artist if you like, I usually always find the same format. A study of them, well-informed or not, is sometimes thoughtful. They usually include dates and data. Context. These items are very necessary if they are well made. This is something that I neither want nor intend. So this is clearly an opinion piece. I try to show how the work of artists who influence me, not always photographers, and who inspire me is relevant to me. I firmly believe in the transformative power of photography, including commercial photography, and this seems like a fantastic example to me. We photographers inspire with our work and that changes the reality within our reach. I try to increase this reach.

William Klein is one of my top photographers. Looking at my images it would not seem so, because although I never try to copy, if something of him should be glimpsed in my work. But it’s not like that. The contribution that William Klein has made to photography is not only an innovative way of seeing the world, but also knowing how to find a way to show it. I am not referring to something personal, which all the greats have, I am referring to really a perception of the particular reality and how to manage to transmit it with a clear commitment to the message. In a moment of recession he knew how to find a purpose for his concerns and go against what could be expected of a documentary maker, and it turned out well.

In the current situation, where we often talk about the new normal, reinventing ourselves or a new beginning, maybe William Klein could give us some clues. His family lived through the great recession, which forced them to live in a white working-class neighborhood next to a black ghetto. Despite the geographical proximity, life was very different in each of them and racial segregation was still normal. This difference gave William a purpose, to portray a cruel reality. He found a photographic language with which to show identity with moving images and the idea of umbilical perspective. He was able to capture the risk of the street, the hopelessness and the rawness of a society with broken individuals.

After the war he decided to start over in Paris. Here he discovered the opposite pole, beauty and glamor. Thanks to his technical and artistic development influenced by cubism, he develops another very technical language where he incorporates new elements such as the sensation of urbanity or reflections and playing with space and dimensions. He seems as if he is the magician of reinvention after a great crisis, financial or war.

In my opinion, someone capable of going to extremes and contributing so much to both captures my attention. I believe that only with a high degree of commitment can you do something like this. I admire the sleek and gritty style at will of him. When I see the images of him I can’t help but feel that the present is what matters.

I don’t want to leave you a selection of his work, I think it is always better to go to the source than to the interpretations. To begin to understand the implication of his work in the history of photography, you can learn more about him in this video and on his website.